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ODA EL ARCHIVERO CUBANO

Por MSc. Yorlis Delgado López (NI 82080431623), asesor jurídico y profesor asistente, Academia de Ciencias de Cuba. yorlis.delgado82@gmail.com

Los documentos históricos constituyen la fuente primaria de las investigaciones históricas. Son la más fiel evidencia del actuar de personas jurídicas y naturales en la sociedad a través del tiempo. Devienen, no solo en parte del patrimonio de los pueblos, si no en un importante activo que posibilita, a partir de su estudio y valoración, entender el pasado de manera que los errores y aciertos sirvan para perpetuar experiencias en un presente y futuro más convulso.

Hoy se encuentra una gran reserva informativa en los archivos. Desde los inicios del esclavismo el hombre se preocupó y ocupó por conservar aquellos documentos que generaba la Administración Pública y que daban fe de los actos administrativos y económicos más importantes. Así surgieron estas instituciones, aquellos lugares, muchas veces sombríos y oscuros, pero que han tenido la misión de conservar aquellos datos tan valiosos, que nunca, o, por lo menos, en un largo período de tiempo, deberían ser destruidas.

Se conoce mejor lo que ha pasado gracias a los documentos que se conservan, muchos destruidos o deteriorados por malas condiciones de conservación, cambios gubernamentales o la despreocupación casi imperante de los decisores. De igual manera podemos historiar y tomar decisiones en el presente por la trazabilidad que existe de las actividades administrativas en los registros públicos. Sin embargo, ha habido cierto recelo en asegurar el acceso a estas entidades y a los registros que ellas conservan. En algunos casos esto está dado por el estado de conservación que presentan, pero en su gran mayoría está determinado por la sombra de secretismo y ocultamiento que durante siglos rigió la Administración Pública y de lo cual es casi imposible desprenderse. (Delgado, 2018)

En Cuba, como en el resto de los países de área, estas fuentes están dispersas en las más disímiles entidades, aunque en su gran mayoría se encuentran en los Archivos. Estas entidades surgieron durante el esclavismo con el fin de gestionar, aplicar medidas de preservación y servir los documentos a los usuarios.  Pero todas tienen algo en común.

El archivero, archivista o archivólogo, cualquiera que sea su denominación, es el protagonista de esta historia. Durante décadas han servido, sin querer penas ni glorias, la papelería histórica a los más encumbrados constructores de la historia.  De la gestión sencilla, aun sin dignificar, de estas mujeres y hombres se ha propiciado que grandes hechos y fenómenos del pasado se desempolven y renueven al presente.

Estas figuras, sin un verdadero reconocimiento social en Cuba, pero con un marcado protagonismo en cuanto a facilitar y servir la documentación, son operarios de una ciencia relativamente joven. Una especialidad tan servil que su objeto será siempre brindar el registro constitutivo de información a sus usuarios. Todas las especializaciones profesionales dentro de la Archivística y las disciplinas conexas tienen igual fin. Ya sea gestionar los documentos, procesarlos, automatizarlos, consérvalos, restaurarlos y/o servirlos, la verdadera vocación y el verdadero reconocimiento de estos seres, está en la sonrisa de satisfacción del investigador al haber encontrado algo interesante en el documento.

Hay figuras más conocidas como Joaquín Llaverias, archivero por excelencia e historiador cubano, que impulsó y gestionó, desde el Archivo Nacional y la Academia de la Historia, que se reconociera la labor del archivero cubano. Mucho logró, pero se ha esparcido en la historia. Por infortunios del desarrollo histórico cubano estos gestores han sido subvalorados a lo largo del tiempo. Esta distorsión social tiene su máxima expresión en la visión que tienen hoy de su valor e importancia social.  El reconocimiento a estos gestores es poco, sin embargo, en su trabajo recae en la preservación de muchos valores sociales imprescindibles para lograr la cultura social que se asume en el país.

Nadie, como el Archivista, conoce las riquezas documentales que tiene Cuba. Por sus manos pasan todos los días los registros históricos y administrativos que resolverán una polémica discusión histórica o la preservación de un derecho. Esta función se evalúa y resalta en los últimos años pues se interpreta que con esta labor no solo se gesta lo imprescindible para labrar el camino de los historiadores, sino que se gestan los registros para garantizar el ejercicio de derechos de las personas naturales y jurídicas en el trascurrir histórico.

Estos cubanos, modestos y sencillos, por lo general no esperan nada a cambio de su labor, pero influyen, cual eslabón imprescindible, para recuperar la historia. Un fin histórico.

El 3 de noviembre se celebra el Día del Archivero Cubano. Esta decisión se adoptó hace una década al proclamar el Decreto-Ley No. 265/2009 Del Sistema Nacional de Archivos de la República de Cuba que declara esta festividad en conmemoración al nombramiento oficial del Capitán del Ejército Libertador, Joaquín Llaverías Martínez, como Director del Archivo Nacional de Cuba. Un justo e histórico homenaje a estos héroes del servicio público.

Referencias
Delgado, Y. (2018). Estudios preliminares en torno al acceso a los archivos y registros públicos en la República de Cuba. En Revista del Archivo Nacional. 82 (1-12): (pp. 9-31) Editorial Archivo Nacional de Costa Rica. En:  http://www.dgan.go.cr/ran/index.php/RAN/article/view/12

Archiveros cubanos en plena labor para brindar servicios. Foto tomada de internet

Joaquín Llaverias Martínez junto a un grupo de documentos procesados. Llaverias (1875-1956) Capitán del Ejército Libertador Cubano. Dedicó 58 años de su vida a la labor de conservación, tratamiento y difusión de los documentos del Archivo Nacional, de ellos 35 a la dirección del mismo. Implementó las más avanzadas técnicas del momento en materia de indización y clasificación de los documentos, a partir de la experiencia internacional en función del acceso a la información.  Impulsó la aprobación de la Ley No. 6 de 1942, norma de valor para el acceso a la información de los registros públicos.  Fuente. Colección fotográfica, Archivo Nacional de Cuba.